¿Dónde está la delgada línea que separa los buenos actos de los malos? ¿Las buenas decisiones de las no tan buenas? ¿Los fracasos del éxito? 

¿Sabéis? Todo es genial. Es decir; nos cuesta tanto estar bien, ser felices, que cada dos por tres somos nosotros mismos quienes nos saboteamos, quienes hacemos de nuestras vidas un infierno, y no, ¡no debería ser así!
Tendemos a disfrutar muy poco del ahora, del hoy. Porque nos colapsamos pensando en un mañana perfecto o un pasado sombrío, lo que hace que nuestro hoy sea amargo.
Soy la primera que lo hace, no me malinterpretéis, pero llega un momento, te detienes y piensas: "¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no soy feliz? ¿Qué tengo mal?" 
Y es eso, no lo aprovechamos. No disfrutamos. No vivimos ni respiramos.

...

Continúo sin saberlo.

Ciertamente es algo que me temo, no lograré descifrar nunca.

Desde hace mucho tiempo algo dentro de mí se cerró. Y lo hizo de tal manera que no permite ni al más minúsculo atisbo de luz se cuele. Ni al más diminuto...

Ello permite que siga en pie, que no me caiga, que no crea, que no me engañen y, sobre todo, que no llore.

También permite, claro está, que me pierda cosas que, a lo mejor, me haría mucho bien.

Continúo sin saberlo... Y creo que nunca lo sabré.