Él siempre me decía que caminase recto, que me mantuviese erguida y, sobre todo, que tuviese la cabeza bien alta. Que no la agachase por nada.
Él pudo haber cometido muchísimos errores pero, ¿quién soy yo para reprocharle eso? 
Apenas he vivido, apenas he disfrutado o aprendido.
Me quitó gran parte de mi infancia, sí. Y casi toda mi adolescencia, pero si de algo puedo estar segura es de que lo hacía por mi bien. O al menos eso pensaba él.
No soy nadie para juzgarle. 
Pese a todo el daño que me hizo y a la poca felicidad que obtuve seguiré no siendo nadie para hacerlo.
Es mi padre. 
Es la persona que siempre está en mis pensamientos, aunque nadie lo sepa.
Es quien me quiere, y estando los dos en diferentes "charcos" del mundo, sé que en el fondo sabe que lo quiero.
Porque así es. Y así será.